domingo, 14 de julio de 2013

Las primeras hipótesis conductistas sobre la depresión

Ferster (1965) fue el primero en poner el acento sobre la conducta depresiva y proponer un modelo explicativo según un esquema operante. Define la depresión como una reducción de la frecuencia de las conductas adaptativas que podrían ser reforzadas positivamente; esta reducción conduce a la disminución de reforzamientos positivos de las conductas adaptativas que icabarán por extinguirse. Más tarde, en su análisis funcional de la depresión, Ferster (1973) subraya el aspecto cognitivo de la depresión (visión deformada del mundo) y menciona el papel que puede jugar el castigo de las conductas agresivas en la disminución del repertorio del individuo y, por consecuencia, en la génesis de la depresión.

   Tomado de http://pmyc2011.blogspot.mx

 Lazarus (1968) considera la depresión como una función de reforzamientos inadecuados o insuficientes. La consecuencia puede entonces expresarse en términos skinnerianos mediante una extinción. Propone separar la ansiedad de la depresión, afirmando que su presencia en un síndrome depresivo se debe a los diferentes antecedentes. Después, itirma su concepción (Lazarus, 1974) y, de acuerdo con Costello (1972), que ve en la depresión la pérdida de la eficacia de los reforzadores más que su disminución, pone el acento sobre el pasado del sujeto como una sucesión de historias de condicionamiento, como fuente de todas las Tendencias ínegativistas. Lewinsohn, Weinstein y Shaw (1969) atribuyen el desarrollo y el mantenimiento de la depresión a una reducción prolongada de los reforzadores sociales positivos. Primero, una pequeña tasa de reforzamientos positivos produce un descenso de la frecuencia de las conductas motoras verbales seguido de la instalación de conductas depresivas y de sentimientos disfóricos. Después, la atención, el interés y la simpatía prodigados por las personas que rodean a uno consolidan y mantienen estas conductas depresivas. La falta de habilidades sociales (social skills), o sea, la capacidad de emitir conductas que serán reforzadas positivamente por los otros, cuenta mucho en la génesis de las conductas depresivas (Lewinsohñ, Weinstein y Alper, 1970; Libet y Lewinsohn, 1973). Mahoney (1974) sugiere tener en cuenta las propias percepciones del sujeto y sus evaluaciones más que analizar sólo las consecuencias ambientales de la conducta. Esta puesta en escena concuerda con el modelo cognitivo de la depresión formulado por Beck (1963, 1967, 1974). Este autor pone el acento en las conceptualizaciones negativas del deprimido. Estos juicios fortalecen una imagen de sí mismo negativa que se presta a interpretaciones negativas de las cosas y así se establece un círculo vicioso. Para Beck, las distorsiones cognitivas sistemáticas (abstracción «selectiva», conclusiones arbitrarias, sobregeneralización) son responsables de la débil estima de uno y, por ello, de la tristeza y de la apatía. Así, el sujeto deprimido anticipa sus conductas y evalúa sus consecuencias de una manera negativa. Los estudios de Bandura (1965, 1969) sobre el aprendizaje por observación permiten quizá comprender la manera en que los sentimientos de autodesvalorización pueden ser aprendidos. Estas investigaciones muestran que en situaciones de aprendizajes por observación los sujetos adoptan generalmente los criterios de autorreforzamiento presentados por el modelo. Si el modelo exhibe ejecuciones superiores, puede con¬seguir que los individuos manifiesten mucha insatisfacción frente a ellos mismos y a su propia ejecución incluso si, objetivamente, es adecuada. Este punto de vista podría explicar el origen de los sentimientos de culpabilidad y de indignidad de los cuales es víctima el deprimido (Woods, 1975). Las investigaciones de Seligman (1973, 1975) sobre la indefensión aprendida (learned helplessness) van en este sentido mos¬trando que un pasado de aprendizaje lleno de derrotas repetidas y de esfuerzos improductivos e ineficaces lleva a un negativismo inamovible. Esto lleva al individuo a no percibir el vínculo de dependencia que puede existir entre sus respuestas y el reforzamiento.
Weiner (1965) subraya, también, la importancia de la historia anterior de reforzamiento en la conducta actual de un deprimido. Liberman y Raskin (1971) resumen así estas conceptualizaciones, insistiendo en el pasado del sujeto y en sus convicciones presentes: «Se puede suponer que las historias de reforzamientos aprendidos por el individuo contribuyen al desarrollo del conflicto íntrapsíquíco y que en todo momento los reforzamientos anteriores pueden ser modificados por el ambiente. Las consecuencias actuales de una conducta se ajustan así al repertorio de las historias condicionantes anteriores; hay, pues, una relación dinámica entre los antecedentes y los consecuentes de la conducta presente de un sujeto y sus experiencias de aprendizaje codificadas; en el pasado.»

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